"La sociedad belga ha aceptado la idea de que, ante la muerte, nadie tiene derecho a imponer su verdad a otro."

En el debate francés sobre el final de la vida, se habla mucho de Bélgica. Demasiado a menudo sin haber puesto un pie allí. El modelo belga de muerte asistida es, para algunos, la prueba de una pendiente resbaladiza inevitable; para otros, el modelo a seguir. Para ir más allá de fantasías y simplificaciones, quería entender qué está sucediendo realmente en un país que autoriza la eutanasia desde hace dos décadas.
Fui allí con mi perspectiva de voluntariado, trabajando con personas gravemente enfermas, recorrí los caminos de Valonia, desde los hospitales hasta los centros de tratamiento. Conocí a cuidadores, pacientes, familias, ciudadanos. Vi una sociedad que, sin negar la complejidad ética del tema, encontró un camino. Un modelo mejorable, pero habitable y tranquilo. Y sobre todo humano.
En Francia, el debate se encuentra inmerso en un conflicto entre autoridades enfrentadas y pensamientos ideológicos desconectados de las experiencias de las personas enfermas. Bélgica no es inmune a los antagonismos filosóficos y religiosos. Pero se vivencia con respeto, sin obstaculizar el camino de los pacientes hacia la solución de final de vida que desean.
tensión semántica francesaEn Namur conocí a personas de origen católico burgués, que uno podría considerar más bien conservadoras, y que no miraban hacia otro lado cuando se hablaba de eutanasia. Incluso les resulta difícil comprender la tensión semántica francesa en torno a la palabra: sus resonancias históricas vinculadas al Tercer Reich, utilizadas para sustentar la idea de asesinar a personas marginales o vulnerables, les resultan sorprendentemente exóticas.
Eutanasia es una palabra común, una forma de morir que se ha vuelto familiar a medida que la gente la experimenta en sus círculos inmediatos y distantes. El consenso pragmático que allí reina lleva incluso a algunos sacerdotes a realizar un ritual de despedida final para las personas que están a punto de recibir su tratamiento final.
De fondo se escucha aquí que la legalización de la eutanasia habría debilitado los cuidados paliativos en Bélgica. Observé lo contrario. Desde la ley de 2002, existen en cada región plataformas de consulta sobre cuidados paliativos que concientizan sobre la anticipación del final de la vida, agilizan los recorridos de los pacientes, apoyan a los cuidadores y los capacitan. En el Brabante Valón se ha diseñado un proyecto de atención personalizada y anticipada (PSPA) para añadir una dimensión humana a los formularios oficiales, invitando a cada persona a reflexionar sobre lo que tiene sentido para ella. Los voluntarios acuden a las “casas de reposo” para apoyar estas reflexiones.
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